jueves, 4 de diciembre de 2014

Intersexualidad: Cuerpos subversivos ante la imposición de la dicotomía sexual.

El debate en torno al discurso hegemónico respecto de la determinación biológica del género versus la concepción de éste como construcción social, no es nuevo, sin ir más allá, la filósofa francesa Simone de Beauvoir (1949), hacía mención a este conflicto en su libro “El segundo sexo”  refiriendo: “mujer no se nace, se hace”(p.109).
La subjetivización de la dicotomía hombre-mujer ha servido como mecanismo normalizador, disciplinario y de control de las identidades de cada individuo. Este discurso que incluye una concepción biomédica ha impuesto y perpetuado las nociones de que sólo existen dos sexos, que cumplen funcionalidades y características distintas y son excluyentes entre sí.
Si la identidad está determinada, o en última instancia relacionada a los genitales que se llevan bajo la vestimenta, entonces, cómo se categoriza a aquellas personas que no se identifican con su sexo o que poseen ambos y por ende no califican dentro de esta norma.
En el último tiempo, han salido a la palestra casos en donde este problema se hace palpable. Como es el caso de un joven chileno intersexual que fue intervenido quirúrgicamente luego de haber nacido. Hasta su adolescencia se desarrolló como “mujer” debido a que sus genitales corresponden a lo que se ha definido como “femeninos”. Las consecuencias que esta decisión médica trajo consigo, fue la no identificación con el sexo que le fue impuesto, y todos los problemas psicosociales que esto conlleva, posteriormente, hay un cambio de identidad sin intervención quirúrgica.
Resulta patente como la reproducción de un discurso normalizador recae sobre los sujetos interfiriendo en su derecho a elegir respecto de su propia sexualidad, puesto que “la exigencia médico legal de un sexo va unida a la exigencia de una determinada sexualidad” (González Vázquez, 2009:238).
Qué sucede entonces, cuando se limita toda posibilidad de decisión. Si bien, la lógica del modelo biomédico, es intervenir para lograr una adaptación social de estos “cuerpos diferentes”, lo hacen desde un sistema bipartidista sexual, que se sitúa como dispositivo biopolítico para establecer categorías, subjetividades, conductas, y pautas de relación interpersonal, por medio de las cuales los sujetos construyen su self. En tanto, Escabí-Montalvo y Toro-Alfonso (2006) señalan que:  
«Desde esta relación de poder, los dispositivos que funcionan a base de estos discursos móviles y polimorfos buscan la proliferación e invasión de los cuerpos para penetrarlos y controlarlos. De esta manera, desde los dispositivos de vigilancia surge una caza de cuerpos, sexualidades, géneros alternos o periféricos, que produce una incorporación de perversiones y una nueva especificación de individuos» (p. 763)


Por tanto, la estigmatización producida y reproducida por la heteronormatividad impuesta, se traduce en una consecuencia del problema psicosocial -subjetivización de la dicotomía- y por consiguiente, punto relevante en el abordaje de este.
En la actualidad existen movimientos y teorías que se organizan en pro de la deconstrucción de la dicotomía hombre-mujer. En este sentido, encontramos que el cuerpo dócil, desde una mirada foucaultiana, que es moldeado por esta dicotomía establecida, y que se escapa de ella, se vuelve, performativamente, en cuerpo subversivo, en este sentido, podemos entender al intersexual como al poseedor de un cuerpo inherentemente subversivo -por encontrarse, de manera natural, fuera de las categorías definidas- transgresor de las dicotomías señaladas, constituyendo “un gran desafío a la heteronormatividad (Kessler, 1997; Wiegman, 2006, citados en González Vázquez, 2009: 236) y al status normativo de la heterosexualidad, es esta performatividad del cuerpo subversivo la que conduce a la problematización del género (González Vázquez, 2009).  
La construcción psicosocial del género se da en el marco de lo que se conoce como procesos de socialización, procesos que reproducen las mismas pautas y etiquetas para designar y diferenciar lo masculino de lo femenino.  Con esto, ya no sólo se precisa la genitalidad como apariencia correspondiente a mujer u hombre sino que además, se determina las funciones y prácticas fundamentales, como lo señalan Cabral y Benzur (2005):
«El género no se anudaba por lo tanto, desde un principio, y como gesto fundante, instituyente, de una subjetividad genérica, legal, lingüísticamente posible, solamente a través de su inscripción literal en el cuerpo, sino que esa literalidad se extendía a la proyección de prácticas constitutivas de la feminidad y la masculinidad – tales como la penetrabilidad de las mujeres, o la capacidad de penetrar y para orinar de pie en los hombres.» (p. 289)


Por otra parte, podríamos acotar que, a partir de los señalado por Escabí-Montalvo y Toro-Alfonso (2006), la mayoría de los estudios relativos al sexo, género y sexualidad siguen circunscritos a un contexto legitimador de los sistemas dicotómicos para dichas categorías, y pese a que aún cuando existen transgresiones, cuerpos subversivos, como el del intersexual, en nuestra sociedad se nos hace difícil posicionarnos desde fuera de estas categorías que conforman los binomios, esto, en parte, porque estos discursos dicotómicos aún son reproducidos desde la Medicina y la Psicología, en el caso de los psicólogos, estos operan como dispositivos disciplinarios enseñando el “cómo socializar a [los] hijos de acuerdo al género asignado” (Diamond y Keith, 1997; Dreger, 1998, citados en Escabi-Montalvo & Toro-Alfonso, 2006:765).
La naturalización de estos discursos se ha transformado en una limitación en el quehacer de la psicología y en la reproducción de estas cosmovisiones en general.
Por otra parte, han surgido propuestas de abordaje para estos problemas psicosociales, que se sitúan en la perspectiva de género. Abordajes que trabajan en base a la deconstrucción de los paradigmas hegemónicos y en post a la legitimación de otras posturas. Siguiendo esto, cabe la intersexualidad como una nueva categoría, un tercer sexo o volvemos a un mismo circuito de crear clasificaciones que siguen respondiendo a las mismas prácticas sin atacar el problema de fondo y sin dar paso a entender la sexualidad y la construcción de la identidad como un continuo entre hombre-mujer que no se determina mediante una norma, sino que el sujeto es quien lo construye  en base a la libertad de decisión sobre el propio cuerpo, sobre cómo se relaciona con él, lo que hace con él y con quién lo hace.

Se debe mencionar también que la agitada contingencia nacional respecto a las movilizaciones sociales ha servido de plataforma para manifestar los distintos problemas psicosociales que hoy se encuentran presentes a nivel país, cuyo denominador común recae en la acción crítica de nuevos discursos que se contraponen a los discursos hegemónicos del  sistema, estos nuevos discursos críticos irían en pos de un desbaratamiento del status quo y siendo productores y producto de las transformaciones sociales.  

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